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William Dow: Médico de la Soc. Explotadora de Tierra del Fuego

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Dr. William Dow en Tierra del Fuego, 1918
Un episodio divertido

[Nota: El autor escribe el apellido del doctor en forma fonética "Dao"]

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Muy de mañana dejamos «San Sebastián» y emprendemos el viaje de regreso a «Caleta Josefina». La lluvia del día anterior ha descompuesto por completo el camino y nos obliga a buscar tránsito por entre el tupido ramaje de calafates que se levanta en terreno firme. Miles de vueltas alargan la distancia y después de una marcha penosa que se prolonga por cinco horas, logramos enfrentar las casas de «Caleta Josefina». Cubiertos de barro hasta la coronilla, descendemos del auto y saludamos al señor Donaldson. Por él podemos imponernos que el viaje a Springhill es un poco temerario; la lluvia ha destrozado parte del camino y en estas circunstancias, sería aventurado lanzarse a través de la gran extensión, 111 kilómetros, que separa una estancia de la otra. Sin embargo, agrega, podemos esperar la llegada del Dr. Dao que esta mañana muy temprano partió desde Springhill hacia esta estancia.

-Si él llega sin haber sufrido serios tropiezos -dijo-, no dudo que Uds. puedan recorrer el mismo camino sin grandes dificultades. Consecuentes con esta indicación, tomamos el tiempo necesario para descansar y hacer un pequeño aseo en el vestuario.

La expectativa de poder conocer al famoso Dr. de la Explotadora, alarga considerablemente las horas. Pocos minutos antes de las dos de la tarde, divisamos un pequeño Ford que se aproxima rápidamente, es el coche del Doctor, primera persona que después de la primavera, ha logrado recorrer el peligroso y largo cañadón «Bella Vista».

Por nuestra parte, hacemos los preparativos necesarios para proseguir la marcha inmediatamente.

Grandes exclamaciones (en puro acento inglés), llegan hasta nuestros oídos; es el Doctor que moviendo los brazos por los aires, saluda a la concurrencia.

El señor Donaldson se sonríe y con una señal nos muestra que ya empezamos a conocer al famoso médico. Pocos minutos más tarde somos presentados; algunas palabras de rigor y vamos al grano:

-¿Doctor, qué tal el viaje? ¿Cómo está el camino?

-¡Ah!, ah! Bueno, auto corre-corre; poca parte mala, no importa; corre por camino hasta puente. ¡Ah!, ah! Mucho barro. ¡Ah!, ah! Sube puente, para motor. ¡Ah!, ah! Saca ojo izquierdo y tira barro. ¡Ah!, ah! Marcha motor y pasa por encima. ¡Ah!, ah! Después mete pantano lado izquierdo, deja ojo barro y sigue corriendo. ¡Ah!, ah! Todo camino bueno, mucho barro, pero no importa. ¡Ah!, ah! Sigue no más corriendo y llega a Springhill. ¡Ah!, ah!

Damos las gracias al Doctor y quedamos enterados que podemos continuar el viaje. Sin embargo, y después de esta explicación tan clara, creemos oportuno molestar al señor Donaldson (que un poco aparte se ríe a carcajadas), y le insinuamos la idea de inquirir mayores datos referentes al estado del camino; por él logramos saber lo que deseamos y, después de despedirnos debidamente, emprendemos la marcha.

El Dr. Dao nos mira un poco inquieto, tal vez pensando por qué hemos pedido al administrador mayores datos de los tan claramente proporcionados por él. Allí permanece mientras nos alejamos; sus ojillos azules nos siguen durante mucho rato. Volvemos la cabeza para hacer una última señal de despedida y entre todo aquel grupo cariñoso, vemos destacarse el corpulento Doctor vestido a la cazadora y cubierta su cabeza de facultativo con un enorme jockey a cuadros blancos en fondo oscuro.

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Fuente: "Tierra del Fuego", Tomo II, Capítulo XI, Arturo Fuentes Rabé, Valdivia, 1923
Actualizado: 7-VIII-2013